Mas que recetas, son pequeñas historias que acaban en el fuego. Si quieres que el resultado sea bueno, no olvides disfrutar cada segundo de lo que estás haciendo. Verás que no hay fallo, y si lo hubiera, habras perdido el tiempo a tu favor, nunca en contra, y ese es el mejor de los resultados. Salud!!!

Membrillo, aeropuerto, cerveza...

Foto:Andres Locatelli
Foto:Andres Locatelli

Como no podía ser de otra manera, detrás de esta receta también hay una historia, o mejor dicho, dos historias que se cruzan para dar lugar a una tercera que ya conocéis. 
Todo empieza con una llamada de teléfono. 
“Pablo, soy tu madre…” -con voz agitada, poco usual en la reina de la tranquilidad-
“Si, ya se mamá, tu nombre me sale en el teléfono. ¿Que pasa?…”
“Pasa que me han vuelto a perder la maleta, pero no la de la ropa, la buena, con todos los quesos, fabes y 2Kg de membrillos del huerto de tu primo. Los quesos y las fabes…bueno, pero los membrillos eran los últimos, los mejores del año…seguro que los confunden con peras duras y los tiran a la basura”
“Vamos por partes, ¿tu no llegabas mañana?…”
“No, si llegara mañana no te estaría llamando desde el aeropuerto hijo… Hoy es 22”
Como siempre, tenia razón. Era 22 y yo me había olvidado. Para colmo de males en 3 horas había quedado con Andrés para dar una vuelta por el bosque y grabar algo…
“Bueno, espérame en la cafetería que voy a buscarte”
“Ya sabes que por mi es igual hijo, voy en tren, autobús o lo que sea, pero es que los membrillos…”
“No te preocupes voy para allí”
Y es cierto, mi madre nunca me deja que la vaya a buscar, le encanta venir cargada de comida, regalos para Teo y mil cosas…Su felicidad es directamente proporcional al numero de medios de transporte que se tenga que pillar para llegar a mi casa. Pero esta vez los membrillos mandaban.
Veinte minutos de coche. Me encuentro con mi madre. Había puesto en jaque a medio aeropuerto por los dichosos membrillos -y digo dichosos por la dicha de tener una cuidadora tan fiel y abnegada…-. Su versión de cara a la galeria distaba mucho de la realidad sin ser del todo mentira. Palabras textuales: “la maleta estaba llena de regalos de gran valor emocional y económico”. No pude evitar reírme mientras lo escuchaba, a lo que mi madre respondió con voz pícara: “ssshhhhh!! no te rias, que si les digo que hay fruta y queso no la buscan ni de coña”. Volvia a tener razón.

 Ultimo cartucho, si no estaba allí podíamos darla por perdida. Había conseguido que un policía me acompañara a una sala llena de maletas y paquetes para ver si estaba requisada por error, con tanta suerte, que el policía era Toto, un antiguo compadre de correrías nocturnas de mis primeros años en Barcelona, un perla de los que entran pocos en un kilo. Encuentro tipico de dos truhanes que hace bastantes mas de 300 noches que no perrean juntos. Recuerdo de batallitas, que si estas mas delgado, que sabes de este y del otro…un poco de puesta al dia, y zasca!!, la pregunta del millón: “¿aun no te has cansado del pueblo, no echas de menos Barcelona?”. Os voy a evitar la respuesta. Como de costumbre, nada de lo que dije pareció convencerlo.Llegamos a la sala en cuestión. Un Everest de bultos, y justo al pie de la montaña… La maleta de “mater” con 100 vueltas de plastico y su inconfundible banderita de Asturias colgando. “Tengo que revisarla antes que te la lleves, es el “procedimiento”…ya sabes”. Me hubiera sonado mas propio de Toto un “a medias con lo que haya compadre?”, pero las cosas cambian, la gente cambia y algunos hábitos si que hacen monjes. Abrimos la maleta, y ahi estaba el tremendo alijo coronado por la “dichosa” fruta. “Ostia, membrillos!!” dijo Toto. “Desde que murió mi abuela que no veia uno. Preparaba un dulce con cerveza que era bestial para la resaca…”. Como no, le tiré de la lengua. Me contó que su abuela, de origen alemán preparaba el dulce de membrillo con cerveza tostada. No recordaba bien como lo hacía -ni bien ni mal diría yo. Estoy seguro que mientras su abuela lo cocinaba el estaba durmiendo la mona- pero le atribuía propiedades milagrosas contra el mal beber, o mejor dicho, contra el mal despertar después del mucho beber, sobre todo si aun estaba caliente. No doy mucho crédito a su teoría. La creo mas producto del efecto placebo de una buena comida de la abuela que de lo terapéutico del dulce.

Foto:Andres Locatelli
Foto:Andres Locatelli

Ya de camino a casa, con el botín a buen recaudo, le pedí a mi madre que me contara como cocinaba mi abuela el dulce de membrillo.
A la receta de mi abuela -a base de cítricos, canela, membrillo y azúcar- le faltaba gracia, y el dulce de la abuela de Toto, tenia gracia pero le faltaba la receta. Era fantástico!. Andrés me estaba esperando con los trastos de grabar en el bosque, y yo acababa de descubrir un tesoro entre la aduana del aeropuerto y mi camino a casa. 
El resultado impecable, y el tema de la resaca lo dejo en vuestras manos. El que tenga valor o ganas, que se la agarre bien gorda y haga la prueba. Eso si, a condición de contarlo todo con pelos y señales. Aquí os dejo la receta:
Pela y saca el corazón de 1 Kg de membrillos. Reserva las pieles y los corazones en la nevera. Mezcla la carne de membrillo, con el zumo de la naranja y el limon, sus cascaras y el azúcar.. Esto lo vas a tener que dejar reposar a temperatura ambiente durante al menos 12 horas. Si lo haces en un bote de cristal, podras disfrutar de la geología del proceso… si no es así, pierde romanticismo, pero el resultado no varía.

Foto:Andres Locatelli
Foto:Andres Locatelli

 Al día siguiente, te lo cargas todo en la mochila y agarras el camping gas. Busca un lugar tranquilo y alejado de ciudades y coches. Al igual que con el tema bote de cristal, no es imprescindible para que salga un buen dulce, pero ayuda ser feliz. 
Comprobarás que el bote se ha llenado de liquido, eso esta realmente bien, si no fuera así, probablemente la hayas cagado con la espera. Menos de 12 horas, NO.
Vuelca todo el contenido en una olla alta, ponlo a fuego fuerte. Cuando tome vida y arranque a hervir, le echas las peladuras y los corazones -van a ser los responsables de que el dulce quede compacto- y la rama de canela.

Foto: Andres Locatelli
Foto: Andres Locatelli

  A partir de aqui, paciencia. El membrillo empezará a cocinarse, y, poco a poco, el liquido se irá espesando hasta convertirse en algo muy oscuro y denso. Es el momento de la cerveza. Vuelve a subir el fuego y cocínalo rabioso hasta que vuelva otra vez a la textura densa. Si ves que el membrillo esta suave ya lo tienes.
Mi abuela lo pasaba todo por el pasa purés (retirando solamente naranja, limón y canela). La ventajas de este método?: no necesito enchufe y puedo pasarlo todo junto sin retirar las pieles ni los corazones. La textura es mas basta, pero el brillo y el sabor son incomparables. Importante pasarlo en caliente, si se enfría estas en problemas.
Si lo vas a hacer con turmix, te recomiendo que a demás de retirar los cítricos y la canela, saques las pieles y los corazones. Este método es mas rápido, la textura mas delicada, y aunque pierde brillo el sabor es bueno.
Tuesta una rebanada de pan, un chorro de aceite de oliva y unta el dulce. Si el cielo existe debe oler parecido…

Foto: Andres Locatelli
Foto: Andres Locatelli

Para 1 Kg de membrillos:
- 700gr de azúcar moreno. Mas de esto me empalaga, menos, a gusto. 
- 1 naranja.
- 1 limon
- 1/2 cerveza tostada
- 1 rama de canela
- Una hogaza de pan y café o té para acompañar.

Orsai vs Gipsy Chef: las recetas.

Foto: Andres Locatelli
Foto: Andres Locatelli

Lo prometido es deuda, aquí están las recetas de la sobremesa con Casciari y el Chiri. (VIDEO)

Como todo en esta santa casa, no son las típicas recetas para cocinar encadenado a una báscula y mucho menos para ser estricto… Dejad que la imaginación y el cariño sean protagonistas, el éxito vendrá solo….. 

 

GEOPAPAS

 Que sean patatas nuevas. Son melosas y tienen un toque dulce que baila de maravilla la música de la panceta ibérica y la albahaca. Aluminio, un chorro de oliva virgen, paciencia, buena brasa y sal (al que le parezca) una vez servida.

Foto: Andres Locatelli
Foto: Andres Locatelli

Salsa de mostaza, cebolla morada y yogourt
Cebolla morada, unas ramas de cilantro, oliva virgen y sal. Todo envuelto con cariño en aluminio; de ahí al fuego hasta que —cuando las toques— parezcan mantequilla. Aún caliente la pelas, la cortas y,aprovechando el aceite y todo el caldo que suelte, la pasas a un bol. Las mezclas con un yogourt cremoso (sin azúcar), un par de cucharaditas de mostaza en grano, dos o tres cucharadas de una buena mayonesa, pimienta molida, unas hojas de menta picada y el zumo de media lima. Búscale el punto de sal. Cuando lo encuentres, está lista.

Foto: Andres Locatelli
Foto: Andres Locatelli

Solomillo a la sal y yerbas
Un solomillo de cerdo, sal parrillera (a ojo de tuerto, un kilo y medio) una clara de huevo, un chorrito de cerveza, ramas de perejil, albahaca, cilantro y romero (¡frescos!) recién picados. Mézclalo todo y prepara una tumba confortable para revivir al solomillo a base de fuego, no mas de veinte minutos: recuerda que si no se cocina en el horno puede ser que se le pegue algo de sal. Si es así, acláralo en un bol con agua tibia justo antes de servirlo.

Foto: Andres Locatelli
Foto: Andres Locatelli

Manzanas asadas,granada y stracciatella de mascarpone

Para cuatro personas. Dos manzanas, una rama de canela, oliva virgen y tomillo seco. Trajecito de aluminio y al fuego hasta que sean una seda. Para la stracciatella mezcla la yema que sobró del huevo con cinco cucharadas de azúcar y bátelo hasta que empiece tomar un color pálido y textura cremosa; añade un bote de mascarpone (más o menos doscientos gramos) y seis cucharadas de nata montada. Ralla cuatro o cinco onzas de buen chocolate (que se noten los trocitos) y tírale los granos de la granada. Si no hay armamento pueden ser uvas, higos, fresas… ¡Ya casi está! Sirve la carne de la manzana asada en el fondo de un vaso y la stracciatella de sombrero.

Foto: Andres Locatelli
Foto: Andres Locatelli

Si no has trunfado con esto, ¡me la corto y me hago monja!

Antojos familiares...

“Como me gustaría comer una tarta de espinacas de mi mamá”…un día si y otro…también, me despierto con este tipo de “indirectas”, de las que -mitad por amor mitad por deformación profesional- me resulta tremendamente complicado escabullirme. También es cierto que disfruto de estos “antojos” como el que más, sobre todo en dos momentos: el de la preparación -en el que me devano los sesos para conseguir darle una vuelta de tuerca al “antojo” sin irme al carajo- y el del momento en que esos antojos pasan el test de calidad familiar -aunque, dicho sea de paso, no es precisamente un paseo veneciano; vivo con dos críticos  gastronómicos de la leche-.
Todas las recetas tienen algo, un toque especial, un ingrediente, una manera de mover, un orden que las distingue del resto de primas -mas o menos cercanas- poniéndoles el apellido: “de + el nombre del artista”. Si te olvidas de ese “no se que, que que se yo” a la hora de complacer un “antojo”, estas perdido. Es como ir a buscar a tu sobrino al colegio y volver con otro crio que se le parece bastante…un desastre total. Por muy guapo y majete que sea el niño en cuestión tu herma@ te cuelga de un pino.

El de la tarta de espinacas de mamá Aurorita es un clásico. Una fina capa de azúcar dorada y crujiente sobre la tapa es el toque que le da el apellido. Teniendo en cuenta esto, y con un poco de sentido común, el éxito está casi garantizado. Como bien sabéis los que me conocéis, mi abuela siempre vuela sobre mi cocina para dar su toque. No tengo recuerdo de haberla visto nunca cocinar espinacas, pero hacia una masa de empanada para echarse a llorar. Sencillez, economía doméstica y sabor todo en uno. No lleva mas de 10 minutos tenerla lista y el resultado es impecable.
Ella mezclaba en un bowl:
2 tazas de harina trigo -para esta receta cambio una por harina integral de espelta-, un huevo, un vaso mitad vino blanco mitad aceite de girasol -puede ser oliva, sésamo sin tostar, manteca de cerdo…o mezcla, a gusto del consumidor-, media nuez de levadura fresca, una cucharadita de sal y otra de azúcar. Todo junto y sin miramientos, a excepción del azúcar y la levadura que las mezclaba en una tacita de leche tibia antes de juntarlas con el resto de ingredientes. Cucharón en mano y a remover hasta que te pida meterle mano. La masa tiene que quedar manejable, suave y nunca pegajosa. Si no se despega mas harina, y si queda seca un poco de leche. Se amasa 5 minutos y a reposar tapada en un lugar calentito hasta que coja vida y empiece a crecer - 40 minutos a ojo de pollo tuerto-.
La abuela Carmen no tenía ni puñetera idea de lo que era una vitro, pero dominaba a la perfección las bondades del hogar de carbón. Estoy convencido que gran parte de la grandeza de esta masa era el reposo al lado de aquella maquina de cocinar felicidad. Como no soy mi abuela ni tengo cocina de carbón, lo que hago es dejarla en la ventana tapada y al sol si es verano, o al lado de la chimenea si es invierno.

El relleno es de cosecha propia y varía cada vez que a la “jefa” se le antoja recordar el plato de mamá - que aburrido sería hacerlo siempre igual, ¿no?-. Hoy he mezclado un manojo de espinacas -picadas y salteadas un minuto con un diente de ajo-, 2 huevos, 4 ó 5 cucharadas de ricota,un puñado de uvas pasas y un trozo de queso chedar rallado que ya estaba pidiendo pista hace rato. Hasta aquí sigue siendo “la tarta de espinacas de mamá Aurorita”, pero lo que no os había dicho es que los apellidos y sus toques se pueden -y deben- ir sumando, así que para agregarle el “de Gipsy Chef” tendréis que ponerle al relleno un buen toque de canela. El resto no tiene demasiado misterio. Estirar la masa para forrar el molde, ponerle el relleno, tapar y pintar con huevo batido. 180º en la parte media baja del horno durante unos 35 minutos y a pasar el test de calidad familiar!!….uy!!me olvidaba de Aurorita!!… antes de entrar al horno le espolvoreas el azúcar y queda bautizada. Et voilà !!! La “tarta de espinacas de mamá Aurorita” de Gipsy Chef.
PD1. Esta vez hubo quorum entre los críticos…exito total!!! yeahhhh!!!!.Estoy seguro que a la abuela Carmen le habría encantado.
PD2. Si te sobra masa, la vuelves a trabajar un par de minutos, haces una bola y la dejas tapada reposando hasta la noche. Sacala tal cual y horneala a 180º unos 30 min…ya tienes pan para la cena.

Domingo...

Aunque mi vida laboral sea un caos en el que días, meses, años se mezclan y parece como si una varita mágica les hubiera borrado el nombre a todos convirtiéndolos en una gran y democrática hoja llena de casillas en blanco, en la que un lunes no es menos que un viernes y agosto juega a las cartas con noviembre… a pesar de esto, el domingo sigue teniendo algo que lo hace inconfundible. No se lo que es, pero algo hay…me despierto más tarde, duermo la siesta, me aburro feliz…y el día antes me entran unas ganas irrefrenables de dejar preparado algo para cocinar al día siguiente. Ayer, como cada semana, volví a sentir esas ganas “predominicales”

.Agarré un pollo, lo abrí al medio, le pinché unas ramas de romero, lo metí en una bolsa y le eché:- el zumo de dos naranjas + el de un limón + una cucharadita de sal + otra de azúcar + un chorro de aceite de oliva + un pellizco de pimienta de Jamaica molida -si no es de Jamaica no sufras, la de toda la vida le va de perlas-….cerré la bolsa sacándole todo el aire posible, lo meneé bien para que se empapara y lo dejé durmiendo en la nevera. La física y las brasas hicieron el resto. Sin duda alguna, hoy, ha vuelto a ser domingo…